28 December 2013

Gracia Inmerecida... ¡Ciertas Restricciones Aplican!

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
Juan 3:17



Gracia Inmerecida... ¡Ciertas Restricciones Aplican!
Escrito por Lacynda Biggers
Editado por Laura Sosa

En días recientes estuve delante de una pequeña congregación cristiana ofreciendo un taller sobre Evangelismo. La frase introductoria fue la siguiente: “Nosotros tenemos el privilegio de poder compartirle a la humanidad la historia más maravillosa del mundo - ¡Gracia para todos y sin parcialidad! ¿Lo pueden creer?" De inmediato la iglesia estalló en una mezcla de aleluyas, amenes y glorias a Dios. Entonces sonreí, pues sabía que la próxima pregunta no provocaría la misma reacción. Entonces, ¿están de acuerdo conmigo en que una persona que está viviendo en una relación sexual fuera del matrimonio está invitada sin parcialidad a venir a Cristo aún cuando esta esté viviendo con su pareja en unión libre?

Estoy segura que escuché el Cri-Cri de un grillo de fondo…

De repente, y de manera contundente, se escuchó una voz decir: "¡No puedes ser un Cristiano si estás viviendo voluntariamente en el pecado!"

No estoy segura como fue que esta frase se convirtió en retórica cristiana. Considero que la misma forma parte de esa categoría de famosas frases que carecen de veracidad/base bíblica, tales como: "Al que madruga, Dios lo ayuda" o "Dios solamente ayuda a los que se ayudan". Y ni hablar de esta otra frase, la cual es como la espina de mi costado, que es utilizada tantas otras veces para terminar una oración “…con el favor de Dios".

Si Jesucristo no vino al mundo para juzgarte por tus pecados por qué, entonces, somos tan rápidos pasando juicio.

No tienes que decirle a una persona que su vida está fuera de control o que es miserable - ¡créeme! la persona lo sabe bien. En mi caso yo lo sabía. Y he de imaginar que todo aquel que algún día estuvo fuera de control también lo supo. Por una extraña razón en alguna parte de nuestra jornada cristiana olvidamos nuestros comienzos, olvidamos ese lugar del cual Dios nos rescató.


El mundo necesita esperanza, no condenación, pero nosotros predicamos un evangelio de obras: "Deja tu adicción y ven a Cristo” "Sal de esa relación y ven a Cristo" "Suelta tu enojo y ven a Cristo”. Como iglesia hemos olvidado la invitación abierta de Cristo: "Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarás descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera." (Mateo 11:28-30).

Tristemente, hoy día, la mayoría de los cristianos citan a Cristo de la siguiente manera: "Renuncia a tu cansancio y suelta tus cargas, para que Yo te pueda dar descanso."

La Biblia establece claramente que venimos a Cristo solo por gracia, no por nuestras fuerzas o habilidades. Por lo tanto es imposible que un esclavo se libere a sí mismo de su cautiverio. El esclavo es liberado de sus cadenas por Aquel que ha luchado por su libertad. Es así de la única manera en que se podrá declarar libre. Entonces, ¿por qué esperamos que otros hagan lo que jamás podríamos hacer nosotros?

Somos rápidos para condenar la mugre y el hedor de los pecados de los demás, mientras que desvergonzadamente nos pavoneamos en nuestro chisme, ira farisaica, rencor y orgullo. Desbordamos nuestras bocas con comida mientras miles de niños mueren de hambre, pero señalamos al adicto que gasta su dinero en su adicción en vez de proveer comida a sus hijos. Tomamos agua para quitar la sed mientras miles de personas mueren de enfermedades causadas por aguas contaminadas. 

¿En donde es que determinamos la diferencia entre los pecados aceptables y los que rompen el corazón de Dios?

¿No sería mejor que nos transformemos en una iglesia que ama al desagradable, que da gracias al desagradecido, que alcanza el inalcanzable y que suelta las piedras que tan fácilmente tira?

Cómo podemos ser mejores que aquel hombre el cual apoderado por su ira y orgullo golpea a su esposa e hijos – si deliberadamente ignoramos que nuestro prójimo sufre enfermedad y muerte a causa de nuestra negligencia. ¡A los ojos de Dios ambos pecados son iguales!


Hoy mi oración es: Señor, quebranta nuestros corazones por los que quebrantan el tuyo. Déjanos ver al mundo como tú lo ves, y oírlo como lo oyes tú. Danos compasión para el perdido y perdónanos por el juicio que hemos ejercido sin derecho. Perdónanos por condenar a otros a tinieblas mientras disfrutamos de tu libertad. Aviva tu iglesia con la llama de tu amor. Danos pasión para predicar tu gracia de manera imparcial y sacar de nuestros corazones las doctrinas personales y restricciones. ¡Amén!

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