Juan 3:17
Gracia Inmerecida... ¡Ciertas Restricciones Aplican!
Escrito por Lacynda Biggers
Editado por Laura Sosa
En días recientes
estuve delante de una pequeña congregación
cristiana ofreciendo un taller sobre Evangelismo. La frase
introductoria fue la siguiente: “Nosotros tenemos el privilegio de
poder compartirle a la humanidad la historia más maravillosa del
mundo - ¡Gracia para todos y sin parcialidad! ¿Lo pueden creer?" De inmediato la iglesia estalló en una mezcla de aleluyas, amenes y
glorias a Dios. Entonces sonreí, pues sabía que la próxima
pregunta no provocaría la misma reacción. Entonces, ¿están de
acuerdo conmigo en que una persona que está viviendo en una relación
sexual fuera del matrimonio está invitada sin parcialidad a venir a
Cristo aún cuando esta esté viviendo con su pareja en unión libre?
Estoy segura que
escuché el Cri-Cri de un grillo de fondo…
De repente, y de
manera contundente, se escuchó una voz decir: "¡No
puedes ser un Cristiano si estás viviendo voluntariamente en el
pecado!"
No estoy segura como
fue que esta frase se convirtió en retórica cristiana. Considero
que la misma forma parte de esa categoría de famosas frases que
carecen de veracidad/base bíblica, tales como: "Al que madruga,
Dios lo ayuda" o "Dios solamente ayuda a los que se
ayudan". Y ni hablar de esta otra frase, la cual es como la
espina de mi costado, que es utilizada tantas otras veces para
terminar una oración “…con el favor de Dios".
Si Jesucristo no
vino al mundo para juzgarte por tus pecados por qué, entonces, somos
tan rápidos pasando juicio.
No tienes que
decirle a una persona que su vida está fuera de control o que es
miserable - ¡créeme! la persona lo sabe bien. En mi caso yo lo
sabía. Y he de imaginar que todo aquel que algún día estuvo fuera
de control también lo supo. Por una extraña razón en alguna parte
de nuestra jornada cristiana olvidamos nuestros comienzos, olvidamos
ese lugar del cual Dios nos rescató.
El mundo necesita
esperanza, no condenación, pero nosotros predicamos un evangelio de
obras: "Deja tu adicción y ven a
Cristo” "Sal de esa relación y ven a Cristo" "Suelta
tu enojo y ven a Cristo”. Como iglesia hemos olvidado la invitación
abierta de Cristo: "Venid a mí, todos los que estáis cansados
y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarás
descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga
ligera." (Mateo 11:28-30).
Tristemente, hoy
día, la mayoría de los cristianos citan a Cristo de la siguiente
manera: "Renuncia a tu cansancio y suelta tus cargas, para que
Yo te pueda dar descanso."
La Biblia establece
claramente que venimos a Cristo solo por gracia, no por nuestras
fuerzas o habilidades. Por lo tanto es
imposible que un esclavo se libere a sí mismo de su cautiverio. El
esclavo es liberado de sus cadenas por Aquel que ha luchado por su
libertad. Es así de la
única manera en que se podrá declarar libre. Entonces, ¿por qué
esperamos que otros hagan lo que jamás podríamos hacer nosotros?
Somos rápidos para
condenar la mugre y el hedor de los pecados
de los demás, mientras que desvergonzadamente nos pavoneamos en
nuestro chisme, ira farisaica, rencor y orgullo.
Desbordamos nuestras bocas con
comida mientras miles de niños mueren de hambre, pero señalamos al
adicto que gasta su dinero en su adicción en vez de proveer comida a
sus hijos. Tomamos agua para quitar la sed mientras miles de
personas mueren de enfermedades causadas por aguas contaminadas.
¿En donde es que
determinamos la diferencia entre los pecados aceptables y los que
rompen el corazón de Dios?
¿No sería mejor
que
nos transformemos en una iglesia que ama al desagradable, que da
gracias al desagradecido, que alcanza el inalcanzable y que suelta
las piedras que tan fácilmente tira?
Cómo
podemos ser mejores que aquel hombre el cual apoderado por su ira y
orgullo golpea a su esposa e hijos – si deliberadamente ignoramos
que nuestro prójimo sufre enfermedad y muerte a causa de nuestra
negligencia. ¡A los ojos de Dios ambos pecados son iguales!
Hoy mi
oración es: Señor, quebranta nuestros corazones por los que
quebrantan el tuyo. Déjanos ver al mundo como tú lo ves, y oírlo
como lo oyes tú. Danos compasión para el perdido y perdónanos por
el juicio que hemos ejercido sin derecho. Perdónanos por condenar a
otros a tinieblas mientras disfrutamos de tu libertad. Aviva tu
iglesia con la llama de tu amor. Danos pasión para predicar tu
gracia de manera imparcial y sacar de nuestros corazones las
doctrinas personales y restricciones. ¡Amén!